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Érase una vez...

[Te encontré]

[Te encontré] Con trece años la vio por primera vez. Fue en el pueblo donde veraneaban sus padres. A Ángel nunca le había gustado ese sitio hasta que conoció a Sofía. Ella estaba en las rocas de la playa del Arenal, sentada, dejando que las olas mojaran suavemente sus pies. Llevaba un pantalón corto y la parte de arriba del bikini rojo que tanto le gustaba. Ángel estaba con sus amigos haciendo carreras, como siempre. Cuando la vio, se paró en seco y en silencio la observó. Su pelo negro se movía al son que marcaba el viento aquella tarde.
Sofía se giró. Tenía la sensación que la observaban; no se equivocaba. Miró fijamente a Ángel y con una sonrisa coqueta volvió a mirar hacia la inmensidad del mar. Desde ese día, Ángel no fue el mismo.
Días más tarde, descubrió dónde vivía Sofía, su nombre y su lugar de procedencia. También supo que era un año mayor que él.
Un día, se atrevió a hablarle.

-Ho… Hola. –dijo Ángel nerviosamente.
-Hola. –Respondió Sofía extrañada.
-¿Qué tal estás? Ya veo que tú también veraneas aquí.
-Sí, pero esto es un rollo. No hay nadie para salir y el centro está a más de una hora andando y mis padres no me dejan ir.
-Pues, ¿por qué no te vienes conmigo y con mis amigos? Nosotros vamos por la mañana a la piscina del “Pinta” y por la tarde a la playa. Por la noche nos bajamos un rato al parque que está allí enfrente. –Ángel le señaló con el dedo el parque al que se refería.
-Perfecto.

La conversación se cerró con la sonrisa de Sofía. A partir de ahí, se hicieron muy amigos. Pasaban el día entero juntos. Jugaban, corrían, se reían e incluso de vez en cuando se peleaban. Ese resultó ser el mejor verano para ambos.
A ese verano se le sumaron otros muchos. Ángel se enamoró desde el primer momento en que la vio, en las rocas del Arenal mojándose los pies en el mar. Pero como suele pasar, Sofía al principio sólo lo veía como un buen amigo de verano. Pero sólo al principio.
El verano del 97 fue muy especial para Ángel. Cuando llegó a ese pequeño pueblo para pasar julio y agosto como cada año, ya estaba allí Sofía. Cuando lo vio llegar, se fue corriendo hacia él para darle un tremendo abrazo.

-Te he echado mucho de menos este año, tontorrón –Le susurró Sofía al oído.
-Yo a ti también, boba. –Le contestó Ángel con una sonrisa que desprendía una gran ternura.

El verano transcurrió con total normalidad, como siempre. El diecinueve de julio, se quedaron a solas Ángel y Sofía. Fueron al lugar donde se vieron por primera vez.

-Hace ya tres años que te conozco, petardo. Y aún no has sido capaz de darme un beso pese a que te estás muriendo por hacerlo. –Dijo Sofía riéndose.

Ángel se quedó sorprendido con lo que acababa de escuchar. Tragó saliva y contestó.

-Ya sabes que mi principal cualidad es ser un tontorrón… Pero tienes razón. Me muero por besarte.

Ambos sonrieron y se besaron dulcemente hasta altas horas de la noche. Continuaron el resto de las vacaciones como si fueran novios. Se cogían de la mano por la calle, se daban de vez en cuando besos, se abrazaban y hasta se atrevieron a pronunciar las palabras mágicas: “Te quiero”.
Al año siguiente, Ángel esperaba con gran ilusión poder verla como siempre. Pero ese verano, Sofía no apareció. Ángel no se lo explicaba. Trató de llamarla a casa, le mandó cartas, y no había ninguna respuesta por parte de Sofía. Esperó al año siguiente. Pero tampoco apareció. Parecía que se la hubiera tragado la tierra. Ángel se sumergió en una profunda tristeza y obsesión.
Recordaba a la perfección los ojos de Sofía, la forma de sus labios, sus facciones, su pelo, etc. ¡E iba buscando todos esos rasgos de Sofía por la calle! Probó algunos labios con la misma forma que los de Sofía. Contempló durante largas horas los ojos de Sofía en otra persona. Pero por más que lo imploraba, ella no aparecía.

Un día, cansado de buscar esos rasgos, fue a una tienda de fotos para comprar una cámara y así poder fotografiar a todas esas personas que se encontrase en su camino con los mismos labios, los mismos ojos y los mismos rasgos que Sofía. Así nunca la podría olvidar por más que lo intentase. Delante de él había un par de personas. El señor que estaba siendo atendido ya había terminado y se marchaba ya.
Le tocaba a una chica.

-Buenos días. ¿Me da un carrete de treinta y seis fotos?
-Sí, un momento.

Ángel se estremeció. Era su voz. Esa voz que no paraba de sonar en su cabeza desde el día que le dijo "hola".

-Sofía...

Ella se giró. Sus miradas volvieron a encontrarse. Volvieron a sentir esas mariposas en el estómago como cuando eran niños. Los recuerdos pasaron por su mente como si de una película tratase. Después de tanto tiempo, volvieron a experimentar la emoción y la felicidad.
Ángel sonrió.

-Por fin te encontré.

11 comentarios

''JcG'' -

Muy bonita...seria como Romeo y Julieta (si se hubieran suicidado, claro)

xely -

...Me ha encanbtado perderme en cada una de las palabras de este blog...enhorabuena...buena luna

MyeC -

Dioooooooooooooooooooos! Ma encantao!!! :D

:_____________________

Dynaheir -

Agustín, tienes toda la razón jajajaja tenía 10 xDDD me he liado con el 95. Ains, y eso que doy clases de matemáticas, que si no...

Marta -

Todos lo hemos sido alguna vez, o lo seguimos siendo. Pero es que parece que el amor, vuelve algo bobalicón a quien lo padece :p

Agustín -

Si en el 97 tenías 7 años... ¡¡este año haces 15!!

Caray qué bien escribe esta juventud...

Dynaheir -

Agustín >>> Exacto ;) Qué bien lo sabes!!!

Ineiah >>> Totalmente de acuerdo tata.

Maribel >>> Uff yo en l 97 tenía 7 años así que no me acuerdo muy bien jajaja. Un besazo princesa!

Bruixeta >>> Eso me pregunto yo. Dónde se habría metido??? jajaja. Muakaaaa princesa!

Bruixeta -

Hola preciosa...¿Y dónde narices se había metido ella?aghhhhhhhh, menos mál que se encontraron...Preciosa historia...Un besazo princesa

Maribel -

El 97 también fue un año especial para mi.
Ay...amores de verano, que bonitos son!!

Un beso princesa ;-)

Ineiah -

Y quien no se haya sentido un tontorrón alguna vez, no ha vivido.

Agustín -

En el instante que la ve sonríe. Ya no importan los años de ausencia y de dolor. Es verdad que es un tontorrón. Somos unos tontorrones...

Por cierto... ¿cómo va el cuento a varias manos?